Doña Cienfuegos
Doña Beatriz Cienfuegos una
habitué de las guardias de los hospitales vivía una doble vida. Le
gustaba estar al filo del suicidio con sus insensatas ideas que todas
llevaba a cabo durante la noche. El fin de semana anterior se había
unido a un grupo de alumnos en pintadas callejeras nocturnas. Estos
jóvenes eran expertos en el arte del stencil, para ella era todo novedad
y estaba muy entusiasmada. Ese día se pasó ansiosa entre lectura de
foros y chat, esperando la nueva aventura junto a los adolescentes. La
noche llegó y se lanzó al nuevo viaje, vestida de oscuro con su mochila
cargada de los infaltables libros que la sacarían siempre de apuro, la
biblia, que usaba cuando debía hacer reflexionar a algún desubicado, un
diccionario multilingue, su gran apoyo en situaciones que debía resolver
con los pasantes de diferentes partes del mundo, uno de Larousse de
castellano con sinónimos y antónimos, que usaba de verificador de sus
cuentos, todo este material le pesaba horrores en su madura y ancha
espalda. Los jóvenes habían elegido un lugar para sus pintadas, no se
dieron cuenta que era propiedad privada de la señorita Juana de Montes
Oro. Beatriz en su afán de que todo salga bien, vigilaba hacia todos los
costados, no dándose cuenta de un pequeño cártel que decía "Prohibido
pintar".
El deseo pudo más que la vigilancia y arrebató una plantilla a una
bella jóven para ser ella la que hiciera esa pintada. En ese momento se
escuchó una voz. Doña Beatriz Cienfuegos era esposada por un hombre
vestido de azul.
Beatriz Valerio
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