EL FIN DE UNA ÉPOCA
Hace unos días, cuando caminaba por
el puente peatonal que cruza las avenidas Universidad, Cuauhtémoc y División del
Norte, donde está la estación del metro del mismo nombre, en pleno corazón de
la colonia del valle, sentí un hueco; el lugar donde debía estar el viejo Salón
Riviera era ya sólo un lote baldío, ya no estaba su fachada pintarrajeada y
abandonada, finalmente lo habían derribado.
Aunque tenía 10 años cerrado el Salón Riviera
era una referencia obligada, incluso hay mucha gente que aún conoce ese cruce
cómo la Glorieta del Riviera. La última noche que la música sonó bajo sus techos
fue hace más de diez años, el viernes 15 de
marzo de 2002, con la Orquesta de
Don Luis Arcaraz y Acerina y su Danzonera cómo grupos principales. Fue parte de
la historia nocturna de la Ciudad de México desde que se inauguró el 20 de
diciembre de 1951 en la glorieta de División del Norte número 1157. Se dice que
durante muchos años la competencia musical del DF se hacía del Salón
Riviera, de clase media, al California Dancing Club, de clase popular.
Cuenta la leyenda urbana que el nombre de este
Salón se lo puso el dueño, un señor Ocampo, porque tenía el sueño de conocer la
Riviera francesa, ilusión que nunca pudo cumplir pues murió dos meses antes de
un proyectado viaje a Europa, en agosto de 1964.
Durante sus cincuenta años de historia,
en este Salón desfilaron músicos de todas las tendencias, desde Enrique Guzmán,
Cesár Costa, Angélica María, La Sonora Santanera y Sonia López, La Sonora
Dinamita, Resortes, La Orquesta de Pérez Prado y Lin May, hasta grupos cómo las
Victimas del Dr. Cerebro, los Rastrillos y el Tri. Se filmaron
películas y telenovelas, hubo mítines políticos, competencias de baile, fiestas
anuales de empresas y mercados, peleas de kick boxing, fue lugar de lujo para las
grandes bandas y espacio habitual para grabar programas de televisión.
No sé que vayan a construir en ese
lugar, pero lo que sea difícilmente tendrá la historia y renombre del viejo
Salón Riviera.
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